Hace ya algunos años, sobre 1988, una tarde, mientras hacia mi ruta de taxista, una chica me paró y me dijo que quería ir a una librería situada en la calle Camelias. Había venido desde Tarragona junto con su marido y tenían que volver a su casa ese mismo día. Ella se montó en el taxi, y su marido nos seguía con su propio coche. No tenía ningún inconveniente en llevarla, aunque sí es cierto que eran las 19:50h aproximadamente de la tarde, y temíamos que al llegar, la librería ya estuviera cerrada. Le pregunté a qué librería se dirigía, y me dijo que a una librería evangélica, para regalar una Biblia a su marido, ya que era su cumpleaños.
De todos los taxistas que había en Barcelona, Dios hizo que ella me parase a mí, debido a que Él sabía que yo también era evangélico (hay que tener en cuenta que para aquellos años había muy pocos taxistas evangélicos); y que por tanto, conocía perfectamente donde estaba esa librería. Gracias a los atajos que tomé, pude llevarla antes de que cerraran. Cuando llegamos a la librería, la persiana ya estaba medio bajada pero todavía había alguien dentro. El marido se bajó del coche y le preguntó si todavía les podía atender, a lo que respondieron afirmativamente.
Finalmente, aquella mujer pudo volver a su casa con el regalo de cumpleaños para su marido; y yo pude volver a la mía con el regalo que en ese día Dios me había dado al utilizarme para algo especial.
Jordi Benito
De todos los taxistas que había en Barcelona, Dios hizo que ella me parase a mí, debido a que Él sabía que yo también era evangélico (hay que tener en cuenta que para aquellos años había muy pocos taxistas evangélicos); y que por tanto, conocía perfectamente donde estaba esa librería. Gracias a los atajos que tomé, pude llevarla antes de que cerraran. Cuando llegamos a la librería, la persiana ya estaba medio bajada pero todavía había alguien dentro. El marido se bajó del coche y le preguntó si todavía les podía atender, a lo que respondieron afirmativamente.
Finalmente, aquella mujer pudo volver a su casa con el regalo de cumpleaños para su marido; y yo pude volver a la mía con el regalo que en ese día Dios me había dado al utilizarme para algo especial.
Jordi Benito