domingo, 19 de julio de 2009

Accidente de coche

Íbamos mi amiga y yo a celebrar la verbena de San Juan (ya que las dos habíamos roto con nuestros novios), cuando tuvimos un trágico accidente de coche. Mi amiga murió en el acto y yo salí despedida quedando totalmente inconsciente. Los de la ambulancia pensaron que las dos estábamos muertas y nos taparon, pero después alguien me destapó para comprobar que realmente había muerto y entonces fue cuando vio que respiraba.
En aquel tiempo mi hermana era medio novia del director de urgencias del Hospital San Pablo de Barcelona (el hospital donde me llevaron), al enterarse de lo que me había sucedido fue al hospital para saber cómo estaba. Mi cara había quedado tan desfigurada que no se podía distinguir ni mi sexo, ni mi edad. Después me llevaron al quirófano me operaron la nariz y me enyesaron las dos piernas; la izquierda porque me trituré el tacón, y la derecha porque no tenía carne. También me enyesaron el brazo derecho y me llevaron a cuidados intensivos donde estuve dos o tres días inconsciente, hasta que un día me desperté, miré y me vi enyesada y llena de tubos y solo tenía el brazo izquierdo libre. Fue entonces cuando me di cuenta que había tenido un accidente y que no me había muerto, por lo tanto me dije: Dios me quiere aquí por algo, entonces pensé <> y empecé a cantar. Cuando me desperté se lo comunicaron a mi familia fue entonces cuando vinieron pero nos teníamos que ver a través de una ventana pequeña y cuando me preguntaban cómo estaba yo decía << ¡muy bien! >> ( Yo no sabía cómo estaba, pero decía que estaba muy bien) intentaba ser optimista al 100 por 100, tanto que a las 24 horas me sacaron de allí y me subieron a una habitación. Recuerdo que todo el trayecto que había de la U.C.I. a la habitación fui cogida de la mano de mi padre y cantando cánticos al Señor, aunque no era consciente de lo que hacía, pues todavía no había entregado mi vida al Señor solo era una persona religiosa.
Me pasé más de dos meses sin poder moverme de la cama, sin poder comer y casi sin poder hablar, pues me habían cosido la boca ya que también me había roto el paladar.
A pesar de lo mal que lo pasé, siempre estaba muy animada y contenta. Cuando me quitaron los yesos de la pierna izquierda y el brazo me mandaron a casa, pero con la pierna derecha enyesada no podía andar, así que iba con muletas. Seis o siete meses más tarde fui al hospital para que me hicieran un trasplante de hueso, para unirme la pierna con el pie. Durante todo este tiempo que (que duró un año y once meses), mis amistades nunca me vinieron a ver, y yo me sentía molesta, pero no herida porque un día de repente vinieron al hospital y mi reacción al verles fue decirles <> y me quedé tan tranquila hablando con ellas como si nada hubiese pasado. Ahora entiendo que esto no podía venir de mí, sino solo de Él, de Su amor.
A pesar de ser inválida el Señor me ha dado la fuerza y la alegría, a pesar de que aun le pido que haga el milagro y me sane; que me restaure los pies como los tenía antes. Después de treinta y ocho años le doy las gracias por su misericordia y su gracia, pues yo me considero normal y tengo la gran suerte de que cuando no me encuentro bien y tengo dolor Él siempre me ayuda y está conmigo en mi dolor, en mi alegría y en mi paz.


Ana Taylor

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