Tengo una vecina que se llama Carmen, por la cual siempre estaba orando. Un día surgió que me pidió que si podía hecharle una mano para limpiarle la casa y le dije que sí y estuve yendo unas cuantas veces, como de costumbre en mi le di un folleto y le hablé del Señor muy por encima porque era muy reacia a estas cosas, pero luego seguí tratándola hasta que llegó el momento y le regalé una Biblia. Para sorpresa mía ella me dijo que siempre quería tener una Biblia y yo me quedé toda emocionada de ver la mano de Dios como obra.
Alida Ortega
domingo, 19 de julio de 2009
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