domingo, 19 de julio de 2009

En la mili

Yo, Luis Carlos, estaba en mis 18 años y hacía casi dos años había conocido a mi salvador Jesucristo.
Hasta ese momento todo era maravilloso y en mi humanidad estaba disfrutando de la vida cristiana, digo disfrutando porqué aún no había sido probado como nos lo dice Dios en su palabra; pues aquel momento no tardó en llegar.
Primeo fui reclutado para el servicio militar, algo que por supuesto no fue muy agradable para mi, si se tiene en cuenta que servir a mi país no era nada fácil ni lo es aún.
Los primeros días y meses que pasé allí fueron los más duros de mi vida y llegué a pensar que porqué me estaba sucediendo esto, ignoraba lo que Dios quería enseñarme, pero los momentos más difíciles llegaron después.
Afortunadamente estaba cubierto por la bendita gracia y misericordia de mi salvador.
Primer acontecimiento: Mi madre murió y lo consideré como una de las más duras pruebas.
En mis fuerzas era imposible sostenerme y vi como la mano de Dios me sostenía y me acariciaba tan bondadosamente.
Mi servicio militar lo estaba prestando en un lugar muy lejano de la familia, cosa que no ayudaba mucho en momentos tan poco buenos.
Mi padre se sentía muy solo pues aún no había conocido a Jesús; motivo por el cual solicito mi traslado a la ciudad donde estaba. Fue maravilloso como Dios respondió a esta petición, algo que por los medios humanos era casi imposible.
Previo a este traslado estaba por llegar la prueba más dura.
Había transcurrido casi cuatro meses de mi vida militar cuando perdí parte de mi dotación de guerra. Nuevamente pensé que querría decirme Dios con esto.
Es muy común tener allí un buen amigo con quien compartir felicidades y tristezas y fue precisamente mi amigo quien me sugirió recuperar ese material de una forma muy fácil, yo asombrado le pregunté de que se trataba esa sugerencia aunque en ese ambiente era de sospechar.
Mi sospecha resultó acertada, robar a otro como lo hicieron conmigo.
Gracias a Dios mis convicciones en el Evangelio eran firmes y ya estaba aprendiendo a confiar plenamente en Dios y sabía que él me ayudaría a salir del problema.
La respuesta para mi amigo fue: Tú sabes que yo soy un hijo de Dios y no puedo buscar atajos, ni comodines humanos.
Aunque no lo niego lo humano siempre quiere prevalecer sobre lo espiritual y más en el momento difícil por el que estaba pasando; dicho de otra manera la propuesta no era del todo descabellada, pues es el método más usado allí para salir de un problema.
Justamente esa semana anunciaron una revista del material de guerra, y las represalias para el que no tuviera ese material eran terribles.
“Para mi amigo la propuesta era la única alternativa”, para mí no lo era desde el punto de vista ético y moral y más en mi condición de hijo de Dios.
Yo le dije que mi Dios me sacaría victorioso de este asunto; aunque mi amigo al principio se mostró reacio terminó por hacer a un lado su propuesta.
Pasé dos días en oración pidiendo la respuesta por parte de Dios, y ya Dios me había dado indicio de quienes me habían robado. Una noche hablando con mí salvador, me confirmó quienes eran los causantes de todo esto; en efecto eran dos de mis compañeros. Pude sentir como Dios me hablaba tan hermosamente y me decía: Tranquilo Luís Carlos tu vencerás, los que robaron son “fulano y sótano”.
Me quedé anonadado por lo que Dios me había revelado, pero me dije, tengo las pruebas divinas y sobrenaturales, pero las pruebas naturales ¿Dónde están?¿En qué baso una acusación tan grave?.
¿Dios, que hago, como actuar de aquí en adelante si tan solo faltan unos días para la revista de mi material?, eran mis reacciones humanamente hablando, pero como Dios todo lo hace perfecto ya Él había preparado el resto del asunto.
Sin esperar abordé a los individuos y les dije de que me entregaran las cosas que me habían robado; uno de ellos reaccionó muy mal, en cambio el otro se sorprendió por la acusación, pero ni negó ni aceptó la acusación.
En la vida militar se establecen horas para ejecutar un hecho, y fue lo que yo hice. Les di 48 horas para que me entregaran mi material, pero tan solo habían transcurrido 24 horas cuando se presentó ante mi el comandante de estos dos soldados, sus palabras fueron que era muy grave lo que yo les había dicho a sus soldados y que si era consciente de lo que podía suceder si yo no demostraba con pruebas tal acusación, pero yo le respondí: sí tengo las pruebas pero no son para ustedes son para el Coronel y el Juez del batallón quienes determinarán este asunto.
Las cosas quedaron así y el tiempo corría más rápido de lo normal, faltaban 12 horas para vencer el plazo dado a los soldados cuando nuevamente se presentó ante mí el comandante de aquellos hombres. Lo que yo no me esperaba era una actitud tan humilde por parte de aquel hombre, pues en Colombia los militares con mando suelen ser arrogantes.
Cual sería mi sorpresa saber que este hombre era el artífice de aquellas circunstancias.
Él había perdido ese material y para recuperarlo contrató a estos soldados para que robaran a alguien y así suplir su necesidad.
Me pidió el favor que no lo denunciara a él ni a sus soldados porque él sabía lo que les podía acontecer.
En una actitud vergonzosa me devolvió el material. Y así pude ver la mano poderosa de mi Dios moviéndose de una manera muy especial.
Mi amigo se quedó asombrado y no podía creer como Dios había actuado tan eficazmente, la bendición final aún estaba por llegar. Pasé victorioso mi revista de armamento, luego de este hecho llegó la orden de mi traslado de un lugar feo y lejano donde me encontraba, a la ciudad donde vivían mi padre y mis hermanos y lo más importante pude reunirme nuevamente con mi familia en Cristo.

Luís Carlos

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