domingo, 19 de julio de 2009

Todo es posible para Dios

Cuando llevaba 5 años de casada me quedé embarazada, pero el embrión estaba creciendo en una de las trompas. Después de una semana con perdidas decidí ir al Hospital, al cabo de un rato después de hacerme las pruebas necesarias tenía a 10 doctores a mis pies para explicarme lo sucedido, porque no sabían cómo seguía viva cuando tenía 1 litro de sangre esparcido en mi interior ya que la trompa estaba rota y el feto muerto.
Enseguida me operaron y pude darle gracias al Señor por cuidarme y permitirme seguir viviendo.
Pasados 2 años tuve una experiencia similar, tuve otro embarazo ectópico en la otra trompa, con lo cual también me la extirparon.
Después de esa segunda intervención me invadió una gran nostalgia y tristeza ya que quería tener hijos con mi esposo y juntitos crear una familia. Cuando le conté a mi madre y pastora lo que me pasaba ella se puso en mi piel y clamó al Señor para que apartara de mi toda tristeza y dolor, y me confirmó ( profetizó) que el Señor me iba a dar todos los hijos que yo quisiera. Enseguida mi vida cambió, volvió la alegría, el gozo y la paz que solo Cristo puede darnos y volví a ser la niña del Señor.
Al cabo de dos años me llamaron del Hospital Clínico y me presenté para hacerme la fecundación invitro (sin coste alguno). No me sacaron muchos embriones fecundados pero eran los suficientes en la cuenta que tenía preparada el Señor.
En el primer intento me quedé embarazada de un niño precioso, Brian. (Me congelaron 6 embriones fecundados).
Las pruebas continuaron y una noche salí del trabajo hacia el hospital porque tenía perdidas muy suaves; el médico me diagnosticó desprendimiento de placenta, con lo cual tenía que estar en reposo absoluto.
Aquella noche mientras dormía sentí malestar y amanecí con toda la sábana manchada de sangre, la tristeza se apoderó de mí y llamé a mi madre y pastora espiritual; ella oró y clamó a nuestro gran Dios y en todo el embarazo no tuve ni una sola pérdida de sangre, todo se estabilizó.
Casi finalizando la gestación los doctores me tuvieron ingresada porque yo era cada vez más grande y el niño no crecía, me hicieron la miosintésis porque tenían que descartar que el niño no venía con problemas mentales. Esa prueba fue muy fuerte porque me tuvieron bajo tensión durante tres días; nuevamente el Señor se glorificó y mi niño era un niño perfecto para la gloria y honra de mi Señor.
En el segundo intento después de descongelar los embriones solo se pudieron aprovechar tres de los seis embriones congelados; el resto no eran aptos. Me los pusieron, durante la intervención le pregunté a la doctora cuando me darían el cambio de medicación a lo cual me contestó: <>.
Rápidamente le dije que yo volvería a buscar mi nueva medicación porque me iba a quedar embarazada, y así fue eché mano de la fe en mi Dios, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. De ese intento salieron Gerard y Havana, nuestros mellizos.
Hoy le doy tantas gracias al Señor por lo que ha hecho en mi vida, por darme un marido tan cariñoso y atento, y por darnos estos tres preciosos niños que tanto queremos.
Ahora le pedimos que nos enseñe a educarlos en su camino y que nos de la sabiduría que viene de él para que vean al Señor a través de sus padres y que nunca se aparten de Él.

Cada vez que conozco a alguien con problemas de fertilidad mi boca se abre para dar este gran testimonio glorificando al Señor y guiando a otros para que vean que para Dios no hay nada imposible.
Marcos 10:27 Para los hombres es imposible, más para Dios no; porque todas las cosas son posibles para Dios.


Yamila Cabrera

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